En los primeros años del siglo XX surgieron grandes cambios científicos y tecnológicos que cambiaron el arte. A las distintas formas de transformación artística se les llamó vanguardias. Se opusieron a las tradiciones culturales y crearon un arte más libre y original. Joaquín Torres García no solamente fue un observador de primera fila de todos estos cambios, sino también un creador de vanguardia.

Su conocimiento y experiencia fue indispensable para guiar al Uruguay por las artes plásticas del siglo XX. Su trabajo era reconocido en el mundo entero por ser el creador y divulgador de una corriente de vanguardia: el constructivismo. La producción de sus pinturas fue acompañada por una extensa explicación teórica que publicó en libros, revistas de arte y artículos periodísticos. En la década del treinta regresó a Uruguay, tras su experiencia artística en Europa, donde estuvo en contacto con las principales figuras de los nuevos movimientos plásticos. Su personalidad y su propuesta representaron para la cultura uruguaya mucho más que una nueva forma de arte; se convirtió en un mediador entre la cultura europea y la uruguaya. Acercó las vanguardias del arte de finales del siglo XIX y principios del XX al Uruguay, pero no para imitarlas sino para mirarlas de forma crítica y agregarles características propias del arte americano.

Torres García vivió sus últimos años en Montevideo. Fue un incansable maestro que enseñó una nueva y ambiciosa concepción de arte. Fundó la Escuela del Sur, de la que surgieron varias generaciones de artistas que se convirtieron en la mayor parte de los representantes de la cultura artística nacional actual. El Uruguay encontró, gracias al maestro, su propio camino dentro del arte del siglo XX.