La conquista de los territorios era uno de los pasos más sencillos para las potencias industriales europeas. Sus armas de fuego les permitían derrotar a los indígenas rápidamente. Además, con sus avanzados medios de comunicación y transporte, podían organizar los ataques de forma rápida y eficiente.

Una vez que se obtenía el control militar de la nueva colonia, era tiempo de organizarla. En algunos casos el país conquistador imponía sus propias autoridades en la colonia, de las cuales el mayor cargo correspondía al gobernador. A veces, en cambio, se dejaba que los colonos europeos que habitaban la colonia organizaran el gobierno de acuerdo con su parecer, siempre que mantuvieran su vínculo comercial con el gobierno central. En otros casos respetaban a las autoridades del lugar, pero las vigilaban para que sus decisiones nunca fueran en contra de la conveniencia del país conquistador. Esta forma de organización se llamó protectorado.

Una vez definida la organización política se buscaba explotar las riquezas de las colonias. El acuerdo comercial entre el territorio dominado y el país conquistador no era igualitario. Los europeos compraban materias primas a bajo precio en sus colonias y las obligaban a adquirir productos industriales de mayor valor. Las ganancias que los europeos obtenían con estos acuerdos eran muy grandes y servían para seguir desarrollando sus industrias.

Hubo algunas zonas del mundo que, si bien no fueron conquistadas y ocupadas por los europeos, sufrieron su dominación económica. Fue el caso de América Latina, que a pesar de haber obtenido su independencia de la Corona española, se mantuvo bajo la influencia económica de los países europeos de un modo similar al que estos impusieron a sus colonias.