Durante la guerra del Paraguay, el puerto de Montevideo se convirtió en puerta de entrada de productos para toda la región, y puerta de salida de sus materias primas. Esta prosperidad hizo que muchos comerciantes se enriquecieran. Algunos de esos comerciantes fundaron bancos para financiar los negocios.

En esa época los bancos tenían grandes acumulaciones de oro con las cuales hacían sus negocios. Los bancos emitían moneda, es decir, cada banco tenía sus propios billetes, que eran como vales por una cierta cantidad de oro. Si alguien quería convertir esos billetes en oro, solo tenía que ir al banco que los había emitido y pedir que se los cambiaran.

Para que la actividad de los bancos fuera un negocio tenían permitido hacer más billetes que la cantidad real de oro que poseían. Entonces, había más billetes circulantes que oro guardado. Nadie pensaba que todos los clientes del banco iban a querer cambiar sus billetes a la vez. Pero si los clientes perdían la confianza en el banco y eso ocurría, se produciría la quiebra del banco. Esto fue lo que ocurrió en Uruguay.

Frente a esto, el gobierno tenía dos opciones. Una era apoyar a los bancos que estaban por quebrar y prohibir que los billetes se cambiaran. Esto se llama curso forzoso, y de ahí la palabra cursista. La otra opción era asegurar el pago en oro de los billetes, la postura orista. Para poder garantizar ese pago, el Estado tenía que pedir un préstamo a Inglaterra.

Del lado de los cursistas estaban muchos pequeños propietarios y comerciantes, que tenían deudas y les convenía pagarlas en billetes y no en oro. Entre los oristas había grandes estancieros, comerciantes exitosos y unos pocos bancos. Estos grupos se enfrentaron políticamente: los oristas tenían el apoyo de los principistas y los cursistas el de los candomberos.