La Guerra Grande fue un conflicto complejo que tuvo muchas etapas: fue una guerra civil entre blancos y colorados; pero también fue una guerra entre dos formas de organización: federalismo y unitarismo; y llegó a convertirse en un conflicto internacional, porque participaron de ella las potencias europeas. Esta complejidad se debió a que los bandos uruguayos establecieron alianzas con los bandos de los países vecinos: los colorados se aliaron con los unitarios y los blancos con los federales.

Durante el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas, varios unitarios argentinos se instalaron en Uruguay para escapar de las persecuciones. Uno de sus líderes era Lavalle, responsable de la ejecución de Manuel Dorrego, gobernador federalista de Buenos Aires.

El unitarismo o centralismo era una de las tendencias que surgió durante la revolución de independencia. Sus seguidores querían instalar una organización centralizada del gobierno. Eran partidarios del liberalismo, especialmente en materia económica. Esta posición defendía la apertura del mercado al comercio y la libre circulación de bienes. Las potencias europeas apoyaban el pensamiento de los unitarios, porque les aseguraba el acceso a materias primas de calidad y creaba amplios mercados consumidores para sus productos industriales.

Los unitarios se oponían a Rosas, figura emblemática del bando federal y partidario del nacionalismo económico, contrario en muchos puntos al liberalismo. Desde Montevideo hacían críticas al gobernador de Buenos Aires. Cuando Rosas volvió al gobierno de Buenos Aires en 1835, estrechó vínculos con el gobierno de Oribe. En oposición a esa relación, los unitarios se aliaron con los colorados.