Los principistas no eran los únicos en criticar a los partidos. Las mismas críticas hacían la clase alta rural y la Bolsa de Comercio. Pero los medios por los que unos y otros pretendían resolver los problemas eran muy diferentes. Para los jóvenes universitarios, liberales convencidos, el orden sería el resultado del respeto a la Constitución, las garantías individuales y el voto libre. Desconfiaban del Estado de la misma manera en que lo hacían los liberales europeos. Su actividad política sirvió para afirmar algunos principios republicanos que estaban ausentes de la tradición política del Uruguay y los valores de la libertad individual y sus garantías.

José Pedro Ramírez, uno de los principales exponentes del principismo, definió al movimiento: “La libertad como principio, la libertad como medio, la libertad como fin”. Algunos de estos jóvenes idealistas formaron un partido nuevo, el Partido Radical, integrado por blancos y colorados. Todos ellos tenían en común el rechazo a la tradición caudillesca. Otros se mantuvieron dentro de los partidos tradicionales y les imprimieron ciertos rasgos modernizadores, como la importancia de tener programas de gobierno.

En las elecciones de 1872, los principistas del Partido Radical se abstuvieron de votar. Los blancos fueron electos en los departamentos controlados por ese partido, en tanto que los colorados pactaron con los caudillos de su partido. Uno de los principistas que rechazaba el acuerdo, cuando se enteró, dijo: “Siga el candombe…” (haciendo referencia a que siguiera todo igual). De allí nació la denominación candomberos.

El enfrentamiento entre principistas y candomberos entorpeció las acciones de gobierno y, finalmente, dejó abierto el camino a un nuevo actor: el ejército. Ese fue el comienzo de una nueva etapa: el militarismo.