El muralismo fue originalmente un movimiento artístico de carácter indigenista que surgió durante la Revolución mexicana. Tenía por objetivo socializar el arte y acercarlo al pueblo. Rechazaba la pintura tradicional de caballete dirigida a sectores muy reducidos de la sociedad mexicana. No solo es el movimiento artístico moderno más importante de México, sino que es uno de los fenómenos más importantes de la plástica latinoamericana del siglo XX.

Las obras monumentales de los muralistas se desarrollaron en grandes edificios públicos y buscaban retratar la realidad del pueblo, sus luchas y su historia. En general, los artistas de este movimiento militaban en partidos de izquierda. Los principales representantes del muralismo mexicano tenían los mismos objetivos: rescatar el valor de las culturas indígenas, mostrar las grandes injusticias sociales y reivindicar el carácter revolucionario del arte. Pero cada uno de ellos tuvo rasgos particulares. Rivera hizo, de sus obras, crónicas históricas de México y América. Orozco destacó el carácter violento de la sociedad contemporánea, que se manifestaba en la lucha de clases y en la explotación. Siqueiros se preocupó también por incorporar los aportes de la pintura moderna al lenguaje del muralismo.

En el Río de la Plata, el muralismo tuvo un impacto importante, en especial por influencia de Siqueiros, que estuvo en Argentina y Uruguay en los años treinta y promovió el desarrollo de un arte destinado a denunciar la situación social de los pueblos americanos. En muchos casos los artistas que adhirieron a esta posición eligieron el mural como forma de expresión pero, en otros, solo incorporaron como preocupación central de su obra la reivindicación de las clases populares y el retrato de la realidad social de sus países.