Las revoluciones fueron un fenómeno característico de la historia del siglo XX en el mundo entero. Pero en América Latina las revoluciones tuvieron algunas características que las distinguieron de las ocurridas en otras partes.

Uno de esos rasgos significativos fue la importancia de la participación de los campesinos. Un ejemplo fue la Revolución mexicana que se desarrolló entre 1910 y 1930, en la que se manifestaron desde posiciones liberales moderadas hasta posturas radicales partidarias de eliminar la propiedad privada de la tierra. Hacia fines del siglo XX el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) volvió a reivindicar muchos de los reclamos de la Revolución mexicana.

Otra particularidad fue la presencia de militares en los movimientos revolucionarios. Muchas veces se alzaron contra los gobiernos de turno, los derrocaron e instalaron dictaduras. Aunque algunos promovieron transformaciones económicas y sociales progresistas, la mayoría de  los regímenes instalados mediante golpes militares fueron conservadores y reaccionarios.

Especialmente en Centroamérica y el Caribe, una característica de los procesos revolucionarios fue la constante intervención de potencias extranjeras, sobre todo de Estados Unidos. Este es el caso de Nicaragua, Guatemala o Cuba; allí la reacción contra las brutales dictaduras y también contra la política exterior estadounidense dio lugar a la formación de grupos armados revolucionarios.

La victoria en Cuba con la instalación de un régimen comunista impactó en los procesos políticos del continente por haber sido la primera revolución triunfante y haber demostrado la viabilidad de la lucha revolucionaria. El ejemplo cubano inspiró a diversos grupos de izquierda en casi todos los países de América Latina durante la década de 1960.