Las transformaciones de la economía de los países latinoamericanos en el siglo XX no fueron independientes de lo que ocurría en la economía mundial. Desde el siglo XIX, América Latina estaba fuertemente vinculada a la economía mundial, en especial con los países industrializados.

Se habla de imperio informal, una forma de dominio basada en la dependencia económica y la adaptación de las economías latinoamericanas a las necesidades de los países desarrollados. Los países latinoamericanos modernizaron sus sistemas de producción de materias primas. A ese modelo de desarrollo se lo llamó de crecimiento hacia afuera, característico del modelo agroexportador que predominó hasta mediados de la década de 1930.

Con la Primera Guerra Mundial, y más intensamente después de la crisis de 1929, comenzó un proceso de transformación. Los países industrializados atravesaron en esos años una época de debilidad económica y reducción de la capacidad de producción que obligó a América Latina a producir en los mercados locales lo que necesitaba. Se produjo un crecimiento hacia dentro de la economía, en el que los productos industriales importados fueron sustituidos por productos industriales locales. La coyuntura fue aprovechada en los años cuarenta y cincuenta para promover el desarrollo industrial nacional y se vincula con la aparición de los populismos. Este contexto también estaba muy vinculado a la economía internacional y cuando la economía europea se recuperó, la americana entró en crisis. Los precios de las materias primas y los volúmenes exportados comenzaron a bajar, los términos de intercambio se deterioraron y la industrialización y la prosperidad económica de los años anteriores disminuyó. Nuevamente quedó en evidencia la dependencia de la economía latinoamericana.