El triunfo de la revolución en Cuba supuso la ruptura del equilibrio mundial establecido por las superpotencias en la guerra fría. Cuba estaba ubicada en la región que quedaba bajo la órbita de Estados Unidos; el triunfo de una revolución socialista allí cambiaba las relaciones con la Unión Soviética. Además, el modelo revolucionario cubano inspiraba a diferentes grupos de izquierda en otros países y el riesgo de que América Latina se apartara de la política definida por Estados Unidos comenzó a ser una preocupación.

La revolución comenzó en 1953 cuando un grupo de jóvenes intentó liberar a los presos políticos de la dictadura de Fulgencio Batista encarcelados en el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. El intento fracasó. Muchos cayeron en el enfrentamiento y, los que no, fueron juzgados y condenados a cadena perpetua. Pocos meses después, la condena fue cambiada por el destierro. Los rebeldes se refugiaron en México y volvieron a planear la revolución. En 1956 retornaron a Cuba en un yate y en los meses siguientes organizaron la lucha. El método que utilizaron fue el de guerra de guerrillas. En menos de tres años lograron derrotar al ejército de Batista.

Las medidas del gobierno revolucionario: nacionalizaciones, reforma agraria, congelación de precios, reducción de los alquileres, cierre de los casinos y juicio a los criminales de guerra, debilitaron la alianza que los sectores moderados habían establecido con los revolucionarios y también aumentaron la desconfianza de Estados Unidos. El régimen se fue inclinando cada vez más hacia la URSS hasta declararse comunista en 1961. En 1962 la llamada crisis de los misiles fue uno de los momentos más dramáticos de la guerra fría. El conflicto se originó por la existencia de bases de misiles nucleares soviéticos en la isla.