José Pedro Varela se inspiró en los modelos educativos que conoció en Europa y Estados Unidos. Cuando volvió a Uruguay fundó, junto con varios jóvenes uruguayos, la Sociedad de Amigos de la Educación Popular. Desde ese momento militó para que se produjera una reforma en la escuela primaria.

La oportunidad de llevar adelante su proyecto se presentó con el gobierno militarista de Latorre. En 1877 un decreto ley hizo oficiales muchas de las ideas promovidas por Varela. Se creó un sistema ordenado para administrar la educación primaria, una Dirección de Instrucción Pública, a cuyo frente fue nombrado el propio José Pedro Varela, y se instrumentaron medios de formación para maestros y maestras.

Cuando la reforma comenzó a aplicarse había 62 escuelas, 143 maestros y unos 8.000 alumnos en Montevideo. Tres años después, en 1880, 25.000 alumnos asistían regularmente a 310 escuelas. Al extenderse la práctica escolar en el interior del país, se produjo una aceleración de la urbanización e integración de la población rural. El objetivo era no solo promover la formación básica en lectura y cálculo sino promover valores republicanos y democráticos.

Aunque Varela aspiraba a que la escuela fuera laica, además de gratuita y obligatoria, este punto provocó el descontento de gran parte de la población, muy influida por el catolicismo. Por esa razón, la educación primaria siguió teniendo como parte integral la enseñanza de la religión católica, pero esta dejó de ser obligatoria.

Con la reforma vareliana, la educación básica pasó a estar controlada por el Estado. De esa manera se generalizó una enseñanza basada en valores comunes que fueron inculcados a todos los uruguayos. Con este mecanismo, igual que en otros países, se afirmó la identidad nacional.