Cuando Napoleón Bonaparte invadió España y tomó prisionero al rey, las colonias españolas en América aprovecharon la ausencia de la autoridad real para emprender las luchas emancipadoras. En 1808, en el ayuntamiento de México un grupo de revolucionarios con el apoyo del virrey reclamaron la soberanía, pero fueron derrotados y encarcelados por las fuerzas leales al rey.

A pesar de la derrota, en otras ciudades continuaron formándose grupos independentistas. En un pueblo llamado Dolores, un sacerdote comenzó a hablarle al pueblo de independencia y libertad. Su nombre era Miguel Hidalgo. Fue él quien junto a algunos criollos y un grupo numeroso de indígenas y mestizos declaró la independencia de México y tomó las armas en contra del poder español, en 1810. A partir de ese momento se sumaron otros grupos rebeldes que tomaron el control de grandes extensiones del territorio mexicano. Además de la independencia, los rebeldes perseguían importantes reformas sociales, como la abolición de la esclavitud en todo el continente americano.

Los criollos fieles al rey de España opusieron resistencia y en 1811 dieron un duro golpe a la revolución, con los fusilamientos de Hidalgo y varios líderes rebeldes. A pesar de esto, la lucha por la independencia siguió adelante al mando de otro sacerdote, José María Morelos. Durante el liderazgo de Morelos se redactó la Declaración de Independencia y se elaboró la primera Constitución.

En 1815 el rey de España envió miles de soldados para intentar reconquistar México. Durante casi cinco años los rebeldes continuaron luchando en pequeños grupos armados contra el ejército español hasta conseguir, en 1821, la victoria definitiva por la cual México se convirtió finalmente en un Estado independiente.