La guerra rusojaponesa 1904-1905 / Europa y Asia
Los intereses expansionistas de Rusia y Japón en la región de Asia oriental llevaron a que ambas potencias se enfrentaran en guerra en 1904. Rusia, gobernada por el zar Nicolás II, atravesaba una crisis económica que había causado el hambre de gran parte de su población y llevó adelante el conflicto sin tomar en cuenta el enorme desarrollo industrial de Japón, que luego de la victoria se posicionó como una de las nuevas potencias económicas y militares del mundo, junto con los Estados Unidos.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, Asia oriental se había vuelto una de las zonas de mayor tensión política y económica del mundo. Las grandes potencias coloniales tenían intereses muy fuertes en China y cuando Japón se industrializó, en el último cuarto del siglo XIX, comenzó a jugar un rol determinante en el mapa de la región. Esto lo llevó a enfrentarse con Rusia, que también deseaba extender su influencia en las costas asiáticas sobre el océano Pacífico. Por ejemplo, cuando Japón derrotó a China en la guerra de 1894 y 1895, fue Rusia quien le impidió tomar el control de Corea; y más tarde, cuando Rusia se apoderó del puerto chino de Port Arthur y envió tropas a la región de Manchuria (al noreste de China), fue la alianza entre Japón y Gran Bretaña la que le obligó a prometer que se retiraría de allí. Ambos controlaban y limitaban los movimientos estratégicos del otro.
Rusia no cumplió su promesa de retirarse de Manchuria y Japón lanzó un ataque sobre Port Arthur en febrero de 1904. Dos días después, la guerra fue declarada. El conflicto duró un año y medio, y costó la vida de cientos de miles de personas. Japón no necesitó recurrir a la ayuda de Gran Bretaña y demostró una enorme superioridad militar, tanto en el mar como en la tierra. Rusia debió aceptar la derrota y firmó la paz en agosto de 1905. Con la victoria, Japón se consolidó como una potencia mundial y fortaleció su influencia sobre Corea y China.
En tanto, la derrota de Rusia agravó el descontento de la población con el gobierno del zar Nicolás II y aceleró la revolución que sería el comienzo del fin para el régimen zarista. La política expansionista rusa debió olvidarse de Asia y se concentró en Europa oriental, en la región de los Balcanes, donde en 1914 se desataría la Primera Guerra Mundial.