Al norte de Francia existían dos provincias, llamadas Alsacia y Lorena, en las que la mayor parte de la población era germana o, lo que es lo mismo, alemana. Prusia reclamaba que esos territorios debían pasar a formar parte del Estado alemán.  Los reclamos de los prusianos también tenían motivos económicos. Las provincias disputadas eran muy ricas en dos elementos fundamentales para la industria: poseían minas con grandes cantidades de hierro y carbón.

Francia le declaró la guerra a Prusia para defender su derecho sobre los territorios. Prusia contó con el apoyo de todos los Estados alemanes y obtuvo una rápida victoria sobre los franceses. El ejército prusiano tenía más soldados y contaba con mejores armas, además de disponer de ferrocarriles rápidos y modernos. Pero la superioridad alemana se apoyó además en la estrategia militar. En un rápido avance, el ejército alemán invadió el territorio francés sin encontrar demasiada resistencia. Los franceses demostraron ser poco efectivos y desorganizados frente a la eficiencia de sus enemigos. El ejército francés se movía muy lentamente y se limitaba a esperar el ataque alemán. Mientras que los germanos utilizaban todos los medios tecnológicos a su disposición para obtener el éxito.

La guerra entre Prusia y Francia fue la primera guerra moderna importante. Prusia logró quedarse con los territorios que deseaba y terminó de formar un país económicamente poderoso y con una gran fuerza militar. Esto lo convirtió en un competidor para el resto de los países industrializados europeos, que observaban el crecimiento alemán con mucha desconfianza.

Las diferencias entre franceses y alemanes a partir de esta guerra provocaron entre ambos un fuerte sentimiento de rencor.  A principios del siglo XX Francia y Alemania volvieron a enfrentarse, en la primera guerra mundial.