Durante el siglo XIX, después de la independencia, los países de América Latina vivieron etapas de mucha inestabilidad política. No lograron afianzar su organización política y determinar claramente sus límites hasta después de la segunda mitad del siglo. Esa inestabilidad se mantuvo durante el siglo XX.

En el mundo occidental, la democracia se fue afirmando lentamente a través de transformaciones progresivas en materia política, económica, cultural y social. Ese proceso también ocurrió en América Latina pero fueron pocos los países que tuvieron un modelo democrático estable hasta el final del siglo XX. Son pocas las épocas de la historia contemporánea del continente en las que todos los países estuvieron gobernados por regímenes que se puedan considerar constitucionales.

A la vez, durante las primeras décadas del siglo XX, los derechos ciudadanos estuvieron restringidos para gran parte de la población latinoamericana, por lo que la mayoría de las personas no podían votar. Esto limitó mucho el concepto de democracia, en la medida que una gran parte de la población no tenía manera de participar en el gobierno, ni siquiera eligiendo representantes.

La debilidad del régimen democrático en América Latina se manifestó de distintas maneras. Con frecuencia se produjeron guerras civiles y golpes de Estado o se instalaron gobiernos de apariencia constitucional pero basados en liderazgos personalistas y partidos débiles. A la fragilidad de la política se sumó un factor externo determinante: el intervencionismo de Estados Unidos. En muchas ocasiones, las sublevaciones, los golpes de Estado o los regímenes inconstitucionales fueron alentados y sostenidos por la gran potencia para defender sus propios intereses.