Perteneciente a una familia con gran tradición política, Julio Herrera y Obes comenzó su carrera política muy joven, como secretario de Venancio Flores. En ese cargo acompañó a Flores en la campaña de la Guerra del Paraguay. En la segunda mitad de la década de 1860 se convirtió en uno de los líderes del principismo colorado. En 1875, después del motín que hizo caer al presidente Ellauri, junto a varios principistas fue desterrado a Cuba en la barca Puig. Los deportados desembarcaron en Estados Unidos antes de llegar a La Habana y volvieron a organizar una revolución contra el presidente candombero, que fue sofocada rápidamente por Lorenzo Latorre.

Permaneció exiliado en Buenos Aires hasta la renuncia de Latorre. A su vuelta a Montevideo trató de revitalizar a su partido. El presidente Máximo Tajes lo nombró ministro de Guerra, y así Herrera y Obes organizó todo para asegurarse su propio triunfo en 1890.

Herrera y Obes estaba convencido de que la política debía ser ejercida por un grupo selecto de la sociedad y por eso creía legítimo que el presidente tuviera influencia directa en la designación de los candidatos, para evitar el acceso de otros sectores a la actividad política. También estaba convencido de que solo el Partido Colorado podía gobernar bien y, dentro de ese partido, su propio sector, la Colectividad. De ahí el término colectivismo.

Gobernó de acuerdo con los intereses de los grandes estancieros, el alto comercio y los inversores extranjeros. En 1890 tuvo que enfrentar los efectos de la gran crisis económica. En 1897 como senador, durante la presidencia de Juan Lindolfo Cuestas, fue el único en votar en contra del Pacto de la Cruz para poner fin a la guerra civil iniciada por Aparicio Saravia. Murió en 1912.