Juan Manuel de Rosas llegó al poder luego de una guerra civil de más de un año. Reunía todas las condiciones de un caudillo. Contaba con el apoyo de varios sectores populares y gran parte de la clase alta rural. Se le otorgaron facultades extraordinarias como restaurador de las leyes. Su gobierno fue fuertemente personalista. Reorganizó el Partido Federal en torno a su persona, controló a la prensa y persiguió a muchos opositores.

En 1831 promovió con Estanislao López y Francisco Ramírez la firma del Pacto Federal. Así las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos iniciaron la Confederación Argentina. En poco tiempo todas las provincias de la época formaban parte de esa alianza ofensivo-defensiva. Aunque tenía bases federales, ese pacto le aseguró a Buenos Aires el predominio por el control de la salida portuaria de todas las provincias y, con ello, del cobro de los aranceles.

Durante tres años se dedicó a fortalecer su posición política creando un ejército y policía privados conocido como la mazorca, para controlar a sus adversarios. También amplió su prestigio con la campaña del desierto desalojando a los indios del sur de la provincia de Buenos Aires y distribuyendo las tierras conquistadas entre hacendados que renovaron su compromiso con Rosas. En 1835 volvió al poder, donde se mantuvo hasta 1852, cuando Urquiza lo derrotó en la batalla de Caseros.

Rosas ejerció un gobierno autoritario, buscó reafirmar la soberanía de la Confederación frente a las intervenciones extranjeras. A lo largo de la Guerra Grande sostuvo  la resistencia contra las intervenciones francesas e inglesas. Finalmente se refugió en Gran Bretaña protegido por el cónsul británico. Allí murió el 14 de marzo de 1877. Es uno de los personajes más discutidos de toda la historia argentina.