La primera etapa en los procesos migratorios latinoamericanos es la del período colonial y se caracteriza por la incorporación de población europea y africana, estos últimos como esclavos, a la población nativa americana. En el siglo XIX el continente, en especial el sur, recibió una gran corriente migratoria europea. Esa etapa concluyó a mediados de la década de 1930 cuando el movimiento migratorio dominante fue el de la migración interna. En el final del siglo XX, América Latina se convirtió en un continente de expulsión y la emigración a Estados Unidos, Europa y otras regiones desarrolladas superó a la inmigración.

Durante la segunda fase, América Latina recibió millones de inmigrantes europeos debido a la situación económica y política del viejo continente. En esos años América Latina era una región atractiva por la abundancia de territorios escasamente poblados. Los gobiernos latinoamericanos promovían la inmigración para aumentar la población.

La crisis de 1929 puso fin a esa etapa. Los gobiernos latinoamericanos comenzaron a limitar la inmigración para responder a la depresión económica. A pesar de eso América recibió muchos refugiados durante la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial. El rasgo principal del período que va de 1930 a 1960 fue el de la expansión económica y la industrialización. El éxodo rural es el signo de la época: las grandes ciudades latinoamericanas se convirtieron en el destino de los migrantes internos.

A partir de la crisis económica y política de la década de 1960, América Latina inició un proceso de expulsión masiva de población. En las últimas décadas del siglo XX millones de latinoamericanos emigraron hacia distintas partes del mundo por razones económicas y políticas.