Danton nació en un pequeño pueblo de Francia en 1753. Cuando tenía tres años murió su padre y su madre quedó sola con seis hijos pequeños. A pesar de los problemas económicos de la familia, Danton logró terminar sus estudios y recibirse de abogado. Cuando aún era muy joven se fue a probar suerte a París y al poco tiempo se casó con la hija de un hombre muy rico, lo que le permitió vivir una vida tranquila y lujosa.

Cuando empezó la revolución se involucró en su lucha como líder de un grupo político radical llamado Cordeliers. Desde el principio Danton se convirtió en un líder, por la manera en que hablaba con el pueblo y sus discursos sencillos y llenos de pasión, que emocionaban a la gente. Pero algunos de sus enemigos creían que era un mentiroso que recibía dinero de los nobles para que los protegiera. Varias veces huyó de París por miedo a que lo mataran, pero en 1792 regresó y fue nombrado ministro de Justicia. Después trabajó en varios cargos políticos importantes en la Convención y en el Comité de Salvación Pública.

La cantidad de enemigos que tenía la revolución obligaron a los dirigentes a tomar decisiones radicales. Una de estas fue declararle la guerra a los países enemigos; la otra fue perseguir y matar a los franceses contrarios a la revolución y considerados traidores. Esta situación hizo que miles de personas fueran condenadas a morir en la guillotina. Danton, que estaba muy preocupado por las matanzas, intentó buscar una solución política de diálogo para poder salvar la vida de los condenados. Esta posición hizo que muchos revolucionarios se volvieran sus enemigos, pues sospechaban que era un traidor.

En 1794 fue denunciado públicamente por corrupción y traición a la patria. El Comité de Salud Pública, que él había dirigido antes, lo condenó a morir en la guillotina.