Gaspar Rodríguez de Francia comenzó su vida política como líder del movimiento que luchó por la independencia de los Estados americanos contra el gobierno español y defendió la autonomía de Paraguay desde 1811.

Con la independencia de Paraguay fue elegido cónsul y luego, a partir del 1814, supremo dictador perpetuo de la República del Paraguay. Centralizó y concentró el poder en él. Fue jefe de Estado, juez supremo, ministro de Guerra. Tomaba todas las decisiones importantes para el país y además era la máxima autoridad de la Iglesia.

Reconocido por su autoritarismo y por reprimir a los opositores, tenía muchos admiradores y muchos enemigos políticos. No permitió la prensa ni las opiniones opositoras a su gobierno.

Se propuso lograr la autarquía para no depender de las potencias extranjeras. El Estado dominaba la actividad económica. Reguló la distribución de la riqueza, impidió el enriquecimiento excesivo de los propietarios, obligó a cultivar productos que antes no se producían, como yerba mate, arroz, maíz y legumbres. El país llegó a producir casi todo lo que necesitaba para abastecer a su población y se convirtió en un exportador de yerba mate. Organizó las estancias de la patria, que eran tierras que el Estado arrendaba a precios muy baratos a quienes no las poseían. Desarrolló la pequeña industria de ponchos, cigarros, cueros, miel y mantas. Generó un Estado fuerte y controlador en economía, que impidió la penetración del capital y de mercaderías extranjeras que compitieran con los productos del país.

En política exterior defendió el principio de no intervención en los problemas de los Estados vecinos, pues quería concentrarse en el desarrollo de Paraguay de forma aislada. Solo aceptó asilar a Artigas en 1820, con la condición de que no se metiera en política.