Se puede decir que el gran ganador de la Primera Guerra Mundial fue Estados Unidos, que terminó como potencia triunfante. En términos económicos el joven país se había enriquecido y convertido en el principal prestamista del mundo.

La buena situación económica trajo como consecuencia una mejora en la calidad de vida de la población norteamericana y el incremento del consumo; las ciudades experimentaron un gran crecimiento y aumento de la construcción; el alto comercio y la industria tendieron a la concentración del capital y el monopolio; se consolidaron definitivamente el trabajo en cadena y la producción en serie; también creció la especulación financiera. Estos fenómenos tuvieron, al final de la década de 1920, un efecto inesperado y desencadenaron la crisis y la depresión.

En 1920 se promulgó la ley seca, que prohibía la producción, comercialización, transporte e importación de bebidas alcohólicas. El objetivo era reducir el consumo de alcohol en la población. A pesar de las prohibiciones se siguió produciendo e importando de forma clandestina, lo que provocó un auge del crimen organizado.

También fue una época de cambios sociales importantes. Al igual que en otras partes del mundo occidental, comenzaron a producirse transformaciones en la situación de la mujer. Durante la guerra, la mano de obra femenina había sido fundamental. Cuando la guerra terminó, muchas mujeres no se resignaron a volver al lugar que tenían antes. Uno de los efectos de ese cambio se manifestó en el acceso de la mujer a los derechos políticos. En 1920 se habilitó el voto femenino para todo el territorio de Estados Unidos, aunque todavía un porcentaje muy alto de estadounidenses no pudieron votar hasta muchos años después por ser afrodescendientes.