El Uruguay de los años 1940 era próspero. La Segunda Guerra Mundial generaba una gran demanda de materia prima y Uruguay se vio favorecido por el aumento de las exportaciones. La sociedad uruguaya veía su futuro con optimismo. Pero la realidad era más compleja: el sistema económico, social y político tenía graves fallas de funcionamiento que se harían evidentes unos años después. El semanario Marcha se fundó con el objetivo de dar una visión crítica y reflexiva de esa realidad.

En Marcha, bajo la dirección de Carlos Quijano, se dio un lugar a los intelectuales e investigadores más serios del país, se publicaron trabajos de pensadores internacionales, se habilitó el debate publicando diferentes opiniones sobre un mismo tema y se abrió un camino nuevo de expresión, reflexión y construcción de cultura.

Para la población de clase media culta, la lectura de este semanario se hizo casi obligatoria. La publicación promocionó a nuevos intelectuales nacionales e internacionales y ofreció una mirada muchas veces discrepante sobre la realidad nacional. En la década de 1960 ofreció una posición más política apostando por un pensamiento de izquierda y apoyando la formación del Frente Amplio en el ámbito nacional, mientras que en el ámbito internacional defendió las ideas antiimperialistas, la Revolución cubana y criticó la economía neoliberal.

Gran parte de la discusión política de esos años tuvo como protagonista al semanario Marcha. Con el golpe de Estado y la dictadura militar, el semanario mantuvo una postura crítica y contraria al papel de las fuerzas armadas, en defensa de la Constitución y la democracia. En 1974 fue clausurado y Quijano debió exiliarse en México. Desde allí continuó con la publicación que sucedió al semanario: los Cuadernos de Marcha (1977-1984).