El porfiriato fue un período que provocó grandes desigualdades económicas en la población mexicana. La riqueza se concentró en pocas manos y la pobreza aumentó mucho. El 80% de la población era analfabeta, pues solo los miembros de las clases altas y poderosas accedían a la educación.

Porfirio Díaz fue un gobernante dictatorial. A lo largo de sus años en el poder debió enfrentar denuncias por fraude en las elecciones, la represión y corrupción de su gobierno, además de la explotación abusiva de los pueblos indígenas y los maltratos a la prensa que denunciaba las ilegalidades de su gobierno. También fue acusado de reprimir violentamente a los grupos que se le oponían. El más terrible de estos episodios fue la matanza de mineros en huelga en Cananea, cuando Díaz permitó que personal norteamericano reprimiera a los obreros mineros mexicanos que protestaban para pedir mejores condiciones laborales.

Díaz favoreció las grandes inversiones extranjeras. Permitió a empresas de Estados Unidos y de Gran Bretaña explotar las zonas ricas en minerales. Estas empresas invirtieron en la infraestructura que les permitía extraer la riqueza de manera más eficiente. Así fue que construyeron 19.000 kilómetros de vías férreas. Estados Unidos fue el principal socio comercial de México, aunque Díaz también buscó ampliar sus relaciones con países europeos, como Alemania, Francia y España.

El final del gobierno de Porfirio Díaz estuvo marcado por las huelgas y manifestaciones de los trabajadores, que reclamaban mejoras en sus condiciones laborales. La represión del gobierno produjo un descontento generalizado que acercó a la población a las ideas de Francisco Madero. Francisco Villa, Emiliano Zapata y el propio Madero fueron los líderes de la revolución que puso fin al porfiriato.