La cría y explotación del ganado ovino requiere técnicas y conocimientos que no eran necesarios en el caso del vacuno cimarrón. El pastoreo, la esquila, los baños, el cuidado de la piel de los animales son imprescindibles. A diferencia de las vacas que se criaban para ser sacrificadas y extraer el cuero, las ovejas laneras se criaban para producir lana a lo largo de varios años. Su cuidado era imprescindible, pues la inversión inicial solo se recuperaba si el animal producía lana por mucho tiempo.

La producción de ovinos necesitaba de más trabajadores rurales pero más especializados. Esas tareas no eran conocidas por los habitantes tradicionales de la campaña oriental, por lo que el trabajo especializado fue ocupado por inmigrantes europeos que tenían el conocimiento necesario.

Los inmigrantes no solo traían conocimientos técnicos, sino que tenían costumbres distintas a las de la población rural oriental. Quienes se aventuraban a atravesar el océano e instalarse en una tierra desconocida no estaban dispuestos a involucrarse en luchas civiles o seguir a los caudillos. Los inmigrantes buscaban mejorar su situación y la de sus familias mediante el trabajo, el ahorro, la responsabilidad, el sacrificio. Por esta razón, fueron un factor más de pacificación.

Muchos de esos trabajadores especializados iniciaron pequeños emprendimientos productivos paralelos a su trabajo regular. El ganado ovino permitía la producción en instalaciones de pequeña escala (en el mismo espacio donde se criaba una sola vaca podían criarse cinco ovejas) y, como los animales producen lana a lo largo de toda la vida, el volumen de producción podía aumentar año a año con el nacimiento de nuevos ejemplares. Este fue el origen de la clase media rural, que nunca antes había existido en el Uruguay.