Los patricios no eran un grupo homogéneo en su integración social. Estaban compuestos por distintos sectores: el estanciero, el comercial, el de los funcionarios, el militar, el de los doctores, el de los miembros de la Iglesia. Por eso existieron varios conflictos internos. De todos modos, el grupo tenía un conjunto de intereses comunes y un fuerte sentido de pertenencia.

Los patricios sí eran homogéneos en su origen racial: se trataba de descendientes de europeos. Entre las familias patricias existían vínculos de parentesco y de amistad que contribuyeron a crear lazos económicos y políticos. Aunque los patricios tenían costumbres europeas, no dejaban de ser un poco lugareños. La mayoría no conoció mucho más que la región platense. Muy pocos viajaron más allá de Córdoba o Río de Janeiro. Su educación tampoco era muy amplia; el país no tenía mucho que ofrecer en ese sentido.

En un país despoblado y joven, el patriciado se hizo cargo de muchas tareas: fueron políticos, comerciantes, sacerdotes, abogados, estancieros, periodistas, militares, empresarios y hasta escritores. La mayoría cumplieron varias de esas tareas a la vez, a lo largo de sus vidas.

El patriciado manifestaba su situación social mediante el lujo. Se diferenciaba del resto de la población por sus viviendas, vestimentas, el gusto por los objetos costosos y el tipo de lugares que frecuentaba. Desde el punto de vista cultural, admiraba todo lo que venía de Europa e intentaba imitar el estilo de vida de las capitales del antiguo continente. Pero Montevideo estaba lejos de parecerse a París.