A lo largo de la década de 1820 la situación en las provincias argentinas era de un gran desorden político. En 1826 fue designado presidente Bernardino Rivadavia, quien promulgó una Constitución centralista. Esto provocó el descontento de las provincias del Interior y la guerra civil volvió a estallar. Rivadavia fue sucedido por Manuel Dorrego, el primer federalista designado gobernador de Buenos Aires, pero los unitarios lo destituyeron y asesinaron. La situación no lograba pacificarse.

En 1829, otro federal porteño, Juan Manuel de Rosas, asumió como gobernador de Buenos Aires. Con la llegada del federalismo al poder y la guerra con Brasil concluida, los caudillos se propusieron la tarea de organizar el país. En 1831 las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes firmaron un tratado, el Pacto Federal, que fue la base de la unidad nacional argentina.

Ese tratado aseguraba una alianza militar ofensiva y defensiva entre las provincias contra la agresión o invasión de cualquier otra. También garantizaba el libre comercio entre las provincias firmantes, establecía que todas las provincias iban a tener un ejército común y que los tratados de paz y las declaraciones de guerra serían tomados por una comisión representativa de todas las provincias. Una vez firmado el tratado convocaron a las demás provincias a adherir a él. A lo largo de 1831 y 1832 se incorporaron hasta un total de doce provincias.

Con este pacto el federalismo logró un importante triunfo en el Río de la Plata. El acuerdo de mutua defensa llevaba a la práctica el modelo federal por primera vez con la participación de la provincia de Buenos Aires. También fue un triunfo de Juan Manuel de Rosas, que se transformó en el hombre más importante de la región por los siguientes veinte años.