Aunque muchas drogas son de venta y tenencia legal (el tabaco, el alcohol, los medicamentos, entre otras), la mayoría de los países prohíben la venta y posesión de otros tipos de drogas. Por eso, el comercio de estas sustancias ocurre en forma clandestina. El tráfico se ha convertido en un gran negocio.

Para la producción y comercio surgieron cárteles de drogas que se especializaron en distintas partes del proceso. La cadena va desde los traficantes callejeros a los jefes de los cárteles que controlan y dominan la producción y distribución. El negocio se completa con el lavado del dinero obtenido del tráfico, a través de grandes inversiones. El lavado se realiza a través de empresas que influyen en la vida política y financiera de los Estados nacionales.

Gran parte de las sustancias estupefacientes se cultiva en países de América Latina, el sudeste de Asia y Oriente Medio y después se introduce de contrabando en los países consumidores. Esto ha motivado la intervención más o menos directa de Estados Unidos sobre otras regiones del mundo, en particular América Latina. En 1989 intervino militarmente en Panamá y, desde la década de 1990, desarrolla el Plan Colombia para la persecución de la producción de cocaína en ese país, que supone la intervención de las agencias estadounidenses antidrogas en la política interna de Colombia.

Aunque la acción contra el tráfico es primordial en la política de la mayor parte de los países, la magnitud del negocio es tal que resulta muy difícil impedirlo. La influencia que tienen los grandes empresarios del narcotráfico es importante y la persecución del comercio ilegal ha sido usada muchas veces como excusa para acciones militares muy discutibles.