El disciplinamiento, esta transformación cultural llamada así por José Pedro Barrán (uno de los historiadores más importantes de Uruguay), estuvo muy vinculada con las nuevas maneras de producir. Uruguay se modernizaba y necesitaba trabajadores disciplinados. Para asegurarlo fue necesaria una transformación en las costumbres y una modificación de los valores sociales.

Esta forma de sensibilidad se caracterizó por el control y la seriedad de las conductas. Se valorizó fuertemente el trabajo y se despreció el ocio, que se comenzó a considerar excesivo y antieconómico. Se rechazaban los juegos y las diversiones que implicaran mucha pérdida de tiempo y demasiada libertad corporal. Se le dio mucho valor a la privacidad y a la intimidad familiar y personal. Se buscaron mecanismos de represión simbólicos más que físicos.

Antes del disciplinamiento, los uruguayos dedicaban más tiempo a divertirse, charlar, bailar y jugar, que a trabajar. Las clases altas consideraban que eso era perder el tiempo y, según ellos, para un país que estaba insertándose en la economía mundial, tales conductas no se podían admitir.

Fue la acción conjunta de distintos actores la responsable de estas formas de sensibilidad: la escuela, la Iglesia, los médicos, las clases altas, el gobierno, los inmigrantes europeos, etc. Respondían a valores propios de la cultura europea y promovían conductas basadas en el autocontrol.

Poco a poco se fueron reprimiendo las maneras de sentir y expresarse. Comenzó a ser mal visto demostrar en público los sentimientos. Llorar o reír fuerte eran signos de mala educación. No era necesario castigar físicamente las conductas indeseadas, ya que la gente sentía vergüenza y se castigaba a sí misma.