La producción ganadera en este territorio era muy primitiva. Durante el siglo XVIII, el ganado vivía casi salvaje en los campos y era prácticamente cazado. A comienzos del siglo XIX se conformó la estancia cimarrona. En esos establecimientos se trataba de aquerenciar a los animales para que su faena fuera más sencilla. La estancia cimarrona fue un sistema extensivo de explotación y no necesitaba demasiados trabajadores: podía haber un peón cada cinco mil animales.

Del ganado cimarrón se extraía el cuero, que se exportaba a Europa para ser utilizado en las industrias nacientes; el sebo, que se usaba para la fabricación de velas y jabones; y la carne, que se procesaba en los saladeros, los primeros establecimientos industriales de la región platense.

En esa época no había heladeras ni ningún otro sistema de enfriamiento de los alimentos. Por eso, lo único que se podía hacer para conservar la carne era salarla con distintas técnicas como el tasajo, la cesina o el charque. Los productos que resultaban de estas técnicas se exportaban, sobre todo, a Brasil y a Cuba. Allí se utilizaban como alimento para los esclavos.

Los productos industriales llegaban a Uruguay desde Europa. Y desde Uruguay circulaban a las regiones del interior del Río de la Plata. A ese tipo de comercio se le llama comercio de tránsito, ya que los productos están de paso por el país, pero tienen otro destino.

Hasta 1860 lo que más se exportaba era cuero. La primera modernización económica que se dio en Uruguay entre 1860 y 1880 permitió que la lana pasara a ocupar el primer lugar en las exportaciones. Recién en 1880 la carne y sus derivados pasaron a ser los principales productos de exportación uruguayos.