Durante la Guerra Grande no había un sistema de suministro de los ejércitos y estos se abastecían de alimento con lo que había disponible en los lugares donde se instalaban. Durante más de diez años, los ejércitos circularon por la campaña y se alimentaron del ganado de las estancias, sin importar de quién fuera. Esto disminuyó la población ganadera. Los intentos de desarrollar la producción ovina fracasaron y hubo que esperar diez años para que se desarrollara esa actividad nuevamente.

Al final de la guerra, los tratados con Brasil acentuaron la pérdida de ganado de los campos de Uruguay. En especial, el tratado de comercio y navegación exoneró por diez años de impuestos al tasajo importado de Brasil y al ganado uruguayo exportado a Brasil. Uruguay se convirtió entonces en la gran estancia de Río Grande del Sur.

La destrucción que mostraba la campaña oriental a comienzos de la década de 1850 era terrible, pero pocos años después esos problemas se habían superado. La paz interna continuada, en especial en el campo; la situación internacional que demandaba productos pecuarios en aumento; y la recuperación de los suelos por el descanso forzoso que tuvieron durante la Guerra Grande dieron lugar a un gran crecimiento de la población vacuna.

Esta gran abundancia, denominada plétora, trajo nuevos problemas. La producción llegó a ser excesiva, el tasajo no encontraba mercado y su precio empezó a bajar en forma alarmante. En consecuencia, también descendió el precio del ganado, que se igualó al del cuero. Muchos se preguntaban si la paz no traía más problemas que la revolución.

Hubo que esperar hasta la revolución lanar, el alambramiento de los campos y el mestizaje vacuno para que esta situación cambiara y Uruguay dejara de ser un país monoproductor.