Cuando terminó la etapa escolar Charles Darwin ingresó en la universidad para estudiar medicina, por decisión de su padre. Pero no le gustó; le daban mucho asco la sangre y las operaciones quirúrgicas. Después de dos años, su padre le propuso que abandonara la universidad y se convirtiera en sacerdote. No fue un buen estudiante. Le interesaban más las fiestas con amigos que el estudio, pero empezó a asistir a un curso sobre botánica que le encantó y tuvo un efecto muy importante en su vida. Su profesor le recomendó estudiar geología y lo invitó a participar en una expedición alrededor del mundo para estudiar las diferentes especies de la naturaleza.

En 1831 partió a la aventura en un barco llamado Beagle. El viaje duró cinco años y recorrió las costas de las islas del Pacífico, Nueva Zelanda, Australia, el sur de África y América del Sur. También pasó por Uruguay. Durante esos años observó piedras, formaciones geológicas, animales y plantas, que estudió en profundidad. Cuando regresó a Inglaterra empezó el trabajo de redactar varios libros sobre sus descubrimientos y aventuras a bordo del Beagle.

Al poco tiempo de su regreso Darwin se casó, tuvo diez hijos de ese matrimonio y decidió irse de Londres para vivir en el campo. Empezó a escribir su famosa Teoría sobre la evolución de las especies. La publicó en 1859 y fue un éxito; se vendieron todos los libros el primer día en que se pusieron en las librerías. Pero muchas personas se mostraron contrarias a las teorías de Darwin y lo criticaron porque no respetaba la creencia de que todo había sido creado por Dios y se burlaban sobre la posibilidad de que los seres humanos hubiéramos evolucionado de un antepasado común con los monos.

Las discusiones siguieron pero Darwin continuó estudiando la naturaleza y escribiendo libros hasta su muerte en 1882.