Los partidos políticos en el siglo XIX estuvieron integrados por gente de todos los sectores sociales. Había gente de clase alta colorada y blanca, y peonada blanca y colorada. Había doctores colorados y doctores blancos, así como había caudillos blancos y caudillos colorados. Esta característica hizo complejo definir los programas y propuestas de los partidos. La adhesión al líder era el principal motivo por el que una persona seguía a un partido.

Los doctores estaban vinculados a la ciudad y seguían la moda del estilo urbano. Usaban levita y galera como en Europa. En cambio, los caudillos se vestían casi igual que los demás habitantes de la campaña, aunque sus caballos y los aperos eran más lujosos: poncho y sombrero de ala ancha.

Aunque los doctores buscaron controlar los partidos, las características de la política uruguaya lo hicieron muy difícil. Era un país en el que el gobierno no tenía los elementos necesarios para gobernar: no había caminos, las comunicaciones eran difíciles y no existía un ejército nacional. Para imponer su autoridad, el gobierno solo contaba con la fuerza que pudiera reunir, y los únicos que podían formar ejércitos en esa época eran los caudillos. Por esta razón, los doctores que llegaron a la presidencia tuvieron dificultades para gobernar.

En las luchas por el poder, muchas veces los doctores del Partido Colorado llegaron a negociar con los doctores del Partido Blanco. Por su parte, los caudillos blancos y la población rural que los acompañaba se sentían más cerca de los caudillos colorados y sus seguidores, que de los doctores de su propio partido. Aun así, durante las guerras civiles, tanto caudillos como doctores de los dos partidos demostraron ser muy crueles con sus enemigos del otro bando.