Bernardino Rivadavia representó la posición de los partidarios del centralismo porteño. Consideraba que Buenos Aires debía dirigir a las demás provincias. Para que eso se concretara decía que era necesario que la provincia se organizara internamente y se hiciera fuerte. Cuando desempeñó cargos de gobierno, promovió la instalación del libre comercio. Reforzó el poder económico de la capital a través del control total de los impuestos de aduana. Esas decisiones permitieron que la vida en la provincia bonaerense mejorara mucho, mientras que las provincias del Interior sufrían enormes penurias económicas.

Promovió muchas obras públicas que modernizaron la ciudad, como la fundación de la Universidad de Buenos Aires, varias bibliotecas, los primeros museos, la creación de varios parques y avenidas, la iluminación de las calles, entre otros. En cambio, no tomó medidas similares para el interior de la provincia.

Durante su gobierno debió enfrentar muchos obstáculos. Sus decisiones aumentaron el descontento de sus opositores. También se enfrentó con las autoridades de la Iglesia debido a que impulsó algunas reformas que afectaban la influencia de esa institución. Frenó el proceso de emancipación del norte y le quitó el apoyo militar a San Martín en la lucha por la independencia de Perú y Bolivia. En ese período la Provincia Oriental cayó en manos de la Corona portuguesa.

La acción de los orientales en 1825 contra el dominio brasileño precipitó la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio de Brasil. En ese contexto se consideró necesario crear el cargo de presidente de las Provincias Unidas y se designó a Rivadavia para ocuparlo. Como presidente sancionó una Constitución republicana y centralista. En 1827 renunció a la presidencia y poco tiempo después partió a Europa.