A fines del siglo XIX, Argentina consolidó el modelo agroexportador y se convirtió en uno de los principales productores de cereales; de ahí la denominación de granero del mundo. La prosperidad permitió el crecimiento de las clases obrera y media urbana, nutridas por la alta inmigración: entre 1870 y 1915 llegaron a Argentina más de dos millones de personas.

En ese ambiente aparecieron los primeros partidos modernos: el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical. También se conformó un movimiento obrero con raíces anarquistas. Los grupos conservadores que gobernaban no estaban dispuestos a admitir mayor influencia de los sectores populares y la clase media. Durante las dos primeras décadas del siglo, la situación social y política del país fue muy inestable.

En 1912 se estableció el voto secreto, obligatorio y universal masculino. En las elecciones de 1916, primeras en las que votaron todos los ciudadanos hombres, triunfó Hipólito Yrigoyen, líder de la Unión Cívica Radical. Los radicales gobernaron hasta 1930. Durante ese período llevaron adelante una serie de reformas laborales y sociales. En 1918 el movimiento estudiantil universitario promovió una profunda reforma del sistema educativo superior que influyó más tarde en todas las universidades de América Latina.

La prosperidad terminó con la llegada de los efectos de la crisis económica en los primeros años de la década de 1930. La reacción política en Argentina no demoró y en setiembre de 1930 el primero de una serie de golpes de Estado dio comienzo a la década infame, un período caracterizado por gobiernos dictatoriales. Esta etapa terminó en 1943 con un nuevo golpe de Estado dirigido por jóvenes oficiales del Ejército. Entre ellos estaba Juan Domingo Perón, que tendría un papel central en los años siguientes.