En 1836 la tensión entre el presidente Manuel Oribe y Fructuoso Rivera era muy intensa. En torno a ellos se formaron dos bandos: los «Defensores de las leyes», «Sostenedores de la legalidad» o «Amigos del orden», del lado del gobierno, y los liberales, seguidores de Rivera y vinculados a movimientos parecidos de los países vecinos.

En julio de 1836, Rivera se levantó en armas contra el gobierno por tercera vez, en la que se llamó la batalla de Carpintería, en el departamento de Durazno. En agosto, el presidente Oribe decretó la obligación de que los ciudadanos usaran un distintivo de color blanco con la leyenda «Defensor de las leyes» en el sombrero o en la ropa, para distinguirse de los rebeldes de Rivera. Por su parte, los rebeldes acaudillados por Rivera, adoptaron el color celeste para diferenciarse del gobierno, pero, como se decoloraba y quedaba blanco, lo cambiaron por rojo. Desde entonces se distinguió como blancos a los partidarios de Oribe y colorados a los de Rivera.

El bando de los blancos se formó con los lavallejistas y con los hombres partidarios del orden y la legalidad. El de los colorados se integró con los partidarios del Rivera y contó con el apoyo de los unionistas que estaban exiliados en Montevideo. Ambos bandos estaban integrados por gente de todos los sectores sociales, tanto de las clases altas como de los sectores populares.

Al principio, estos bandos fueron agrupaciones en torno a los líderes. En esa época los partidos no proponían programas de gobierno, sino que se formaban en torno a los caudillos. Tenían más que ver con formas de vinculación personal que con ideas políticas diferentes. Recién a partir de la década de 1860 comenzaron algunos jóvenes a tratar de dar bases ideológicas a los partidos. De todas maneras, esto no ocurrió hasta fines del siglo XIX.