Juan Domingo Perón llegó al gobierno luego de desempeñarse como secretario de Trabajo en los gobiernos de facto de los generales Pedro Ramírez y Edelmiro Farell. Desde allí desarrolló una política de reformas y mejoras de las condiciones de los trabajadores que le permitió conseguir un fuerte respaldo. Las clases trabajadoras urbanas habían crecido en la década anterior, debido a la aceleración de la industrialización y a la migración del interior rural hacia las ciudades, así como también por la gran inmigración europea.

El crecimiento de la popularidad de Perón y su simpatía con las potencias del Eje le generaron fuertes enemigos y llevaron a que el presidente Farrell lo destituyera de su cargo y encarcelara. Esto provocó una multitudinaria reacción popular que el 17 de octubre de 1945, encabezada por Eva Duarte, marchó sobre la Plaza de Mayo y exigió la liberación de Perón. De esa manera comenzaba a gestarse el ascenso a la presidencia, que finalmente obtuvo en las elecciones de 1946.

Durante su período de gobierno se produjeron profundas reformas en la legislación laboral y se promovió la conformación de una central de trabajadores que respondiera al Poder Ejecutivo, como una manera de asegurar el respaldo de la clase obrera al régimen. Por otro lado profundizó el nacionalismo económico, a través de estatizaciones de sectores estratégicos de la producción y la industria como la producción petrolífera y el ferrocarril. Se prohibió la acción de varios partidos y se elaboró una Constitución que reforzaba el poder central del presidente.

El poder personalista de Perón caracterizó a su estilo de gobernar y se apoyó en un fuerte respaldo popular. La figura de Evita fue clave en la afirmación del carácter populista de su gobierno y de esa relación casi paternal con el pueblo.