Los populismos fueron un modelo muy asociado a los liderazgos personalistas. Por eso, en muchos casos tomaron los nombres de sus líderes, como el peronismo (liderado por Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte) en Argentina o el varguismo (cuyo líder fue Getulio Vargas) en Brasil. También se caracterizaron por un discurso crítico de los grupos de elite económica a los que denominaban oligarquía y que oponían al pueblo. En sus discursos y acción política, los populismos reivindicaban a las clases populares y buscaban identificarse con ellas; de ahí viene su nombre.

El desarrollo de los populismos coincidió con la etapa de crecimiento hacia adentro de la economía latinoamericana, la época de la industrialización sustitutiva de importaciones (modelo ISI). Fue una época de prosperidad que le permitió a los gobiernos populistas promover transformaciones económicas y mejoras en la calidad de vida de gran parte de la población. De esa manera el líder era considerado el responsable de la bonanza económica y del bienestar de las clases populares.

Durante los gobiernos populistas las leyes laborales se ampliaron, las obras públicas se multiplicaron y los gobiernos llevaron adelante acciones de nacionalización, estatización de empresas y de incentivo de la industria. Entre sus objetivos, los populismos buscaban afirmar la autonomía económica de sus países y desarrollar políticas nacionalistas.

Cuando las condiciones de prosperidad variaron por la crisis del modelo ISI, los regímenes populistas también comenzaron a derrumbarse. En la década de 1950, los gobiernos populistas fueron derrocados por levantamientos armados promovidos por las clases altas de sus países.